Pablo Olivares es
un fiel testimonio de que Dios usa a cualquier persona, no importando quien sea
y de donde venga, eso es lo de menos.
Nacido
en una familia cristiana de Buenos Aires, Argentina, Pablo Olivares desarrolló
una inquietud por la música desde su infancia, debido a la influencia de esta
en su hogar y en su iglesia, en la que ya participaba en el coro infantil,
cuando apenas tenía 6 años. Debido a las convicciones espirituales de sus
padres, Pablo fue educado en colegios cristianos, donde sintió sometido a una
presión religiosa que no combinaba, según su opinión, con sus sueños de fama en
el rock. De hecho, fue en el colegio cristiano -donde también participaba en el
coro- que armó su primera banda.
Durante
su adolescencia, luego de que lo enviaran a otro colegio en las afueras de la
ciudad debido a su conducta problemática, decidió abandonar la práctica del
cristianismo, procurando romper todo contacto con Dios.
Una
vez de regreso en Buenos Aires, contactó a dos ex compañeros del colegio con
quienes formó, en 1990, «Último Momento», una banda musical muy influenciada por
el sonido de rock argentino liderado en esa época por Soda Stereo.
Con
esa banda participó en un concurso regional, en el que resultaron ganadores.
Para ese tiempo, el corazón de Pablo ya estaba completamente alejado de Dios y
se había volcado a perseguir sus sueños con la ayuda de quien él sabía, podía
darle todo lo que anhelaba: el enemigo. Habiendo entrado en contacto con uno de
los managers de Soda Stereo, la inclusión de Pablo y su grupo en la escena del
rock argentino fue definitiva.
Pronto
estarían tocando bajo un nuevo nombre, «Halógena» en
los principales escenarios de rock, compartiendo con las más reconocidas
bandas. Un contrato con una disquera internacional impulsaría todavía más sus
sueños de alcanzar el reconocimiento mundial con su música, que ya se había alejado
mucho del formato ligero del rock argentino y se encontraba dentro de la
clasificación del heavy metal.
Para
entonces, Pablo había aumentado exageradamente de peso, alcanzando lo 126 Kg.
(277 libras) y se había tatuado casi completamente el brazo izquierdo.
Para
1997, «Halógena» realizaba conciertos multitudinarios
en Argentina, se codeaba con las más importantes bandas del rock mundial, como
White Snake, Queensrÿche, Skidrow y Megadeth, y comenzó a viajar a otros países
para tocar. Fue para 1998 que lanzaron su segunda producción, que los llevó a
realizar giras internacionales por España, Estados Unidos, Panamá y México.
Fue en
este último país, en la gran Ciudad de México, en donde entre otros compromisos
estaba una participación en el festival Vive Latino, organizado por MTV en
1999, a la cual el grupo no llegó pues fueron secuestrados por una banda de
criminales y mantenidos cautivos por horas.
Fue
durante esta experiencia que Pablo Olivares se vio enfrentado a una posible muerte
y donde Dios lo confrontó con su realidad espiritual. Hizo su primera oración
en trece años, prometiéndole a Dios dejar todo atrás.
Así
fue como, tras ser él y sus compañeros liberados por los secuestradores, Pablo
habló con su manager y regresó a Buenos Aires esa misma noche.
Ya en
Argentina, Dios habría de encargarse de su restauración, en una congregación
donde, mientras se hallaba sentado en la última fila, el Espíritu Santo libró
una batalla dentro de él para una liberación y una rendición completa a
Jesucristo. Cinco años han pasado desde ese momento, y ahora Pablo Olivares, bien cimentado en su vida cristiana,
desarrolla un ministerio entre la juventud, visitando iglesias y compartiendo
su testimonio con los chicos.
Además,
Dios le ha concedido un deseo de su corazón: entrar nuevamente a la música
profesional, esta vez, dentro del medio cristiano, con el lanzamiento de su
primer álbum solista, «Luz en mi vida», producido por Alejandro Allen, en donde
Pablo presenta las canciones que fueron fruto de su dramático reencuentro con
Dios.